Las medidas aprobadas por el
Gobierno han profundizado la senda abierta por el anterior. Como estamos
viendo, tanto PSOE como PP se han puesto al servicio de los mercados
financieros y de las instituciones europeas que exigen políticas de ajuste con
el objetivo de reducir el déficit. Para ello, antes como ahora, reducen el
gasto público, el que se emplea en sostener servicios básicos y del que se
benefician las clases trabajadoras. Aumentaron la edad de jubilación y
redujeron las pensiones; el año pasado disminuyeron el sueldo de los
funcionarios y ahora lo congelan (aunque con el aumento del IRPF es una
reducción). Hicieron dos reformas laborales para abaratar y dar facilidades al
despido de trabajadores/as; en consecuencia, el paro aumenta acercándose a la
cifra de 6 millones de desempleados/as. Reducen el dinero que se emplea en
políticas activas de empleo, como las escuelas taller. Pero también a la
Educación, a la Sanidad y las ayudas a la dependencia les afectan los recortes.
En fin, estas y otras medidas tendrán sus repercusiones en Castril y comarca.
Si nadie lo evita, si con las protestas
y movilizaciones no se impide, el menor número de maestros/as y profesores, más
el aumento de alumnos/as por aula,
supondrá que el año que viene habrá grupos de niños que tendrán que fusionarse,
mermando la calidad de la enseñanza que reciben. También se han anunciado
recortes en transporte escolar y de comedor. Y si ya es todo un sacrificio
tener hijos/as estudiando fuera, ahora tendremos que añadirle el aumento de
matrículas universitarias, la disminución de becas y el endurecimiento de los
requisitos para mantenerlas. Por otro lado, también nos encontraremos con algún
maestro/a o profesor/as de Castril que trabaja de interino/a que tendrá que
volver con los padres al quedarse sin trabajo.
Respecto a la Sanidad, no parece
que a Castril puedan afectarle los recortes en lo que se refiere a personal en
el Centro de Salud. Pero habrá que ir viendo si se cubren las sustituciones. Lo
que sí nos tememos es que algunas personas de Castril que realizan
sustituciones en centros sanitarios puedan tener más dificultades para
conseguir contratos. La capacidad adquisitiva de todos los empleados/as en el
sector público, sean la enseñanza o los ayuntamientos, la sanidad o la Junta,
será menor. También quienes trabajan en las ayudas a la dependencia, cuyo
número podrá verse reducido. En cuanto a los beneficiarios de estas ayudas, los
solicitantes del grado 1 lo tendrán ahora más complicado.
El ayuntamiento, además del plan
de ajuste, por el cual tendrá que reducir gastos y desembolsar importante sumas
para pago a proveedores, recibirá del Estado menos dinero. En concreto perderá
el IBI del pantano del Portillo, que tendría que pagar la CHG y cuyos efectos,
si no se remedia, podrían en peligro de quiebra técnica a la propia
corporación.
El empobrecimiento generalizado y
el desempleo, además, tendrá repercusiones en el consumo, viéndose afectados
los comercios y servicios hosteleros. Tampoco se podrá contar con los ingresos
temporales que producen las políticas activas de empleo para el alumnado de
ellas, ni las posibilidades que podrían abrirse en el futuro con un buen diseño
comarcal de ellas, relacionándolas con potenciales actividades generadoras de empleo
como la agricultura ecológica, ganadería ecológica, el turismo rural y de
naturaleza, etc.. Mal panorama para una ya de por sí comarca económicamente
deprimida.
La pregunta que podemos hacernos
es si, como dice el Gobierno y la Unión Europa, eso es lo único que se puede
hacer o si, en lugar de seguir ese camino y sufrir sus consecuencias tan
lesivas para el bienestar, hay otras alternativas. Pues lo primero que nos
sorprende es ver que en ese mismo Presupuesto se contempla pagar una cifra aún
más alta que la del recorte hecho; en concreto 28.848 millones de euros, en
concepto de intereses a los financiadores privados de la deuda. Si en la Unión
Europea hubiese un auténtico banco central, éste hubiera financiado al 0% al Estado
español (aunque no hubiera sido a cambio de nada sino imponiendo cualquier
condición que se hubiera estimado conveniente para evitar esa deuda en el
futuro), de modo que no habría que pagar esos intereses ni, por tanto, realizar
el recorte de gasto.
Como dice el catedrático de
economía Juan Torres: “Dicen que hay que recortar gastos sociales porque
vivimos por encima de nuestra posibilidades, porque no hay recursos… y resulta
que se recortan porque hay que pagar los intereses que cobran los bancos
privados por llevar a cabo una financiación que podría realizar mucho más
livianamente el Banco Central Europeo… Se preguntarán entonces que por qué no
hace eso el Banco Central Europeo y la respuesta es igualmente fácil. En los
Tratados europeos y en sus estatutos se estableció que le está prohibido que
financie a los gobiernos, con el único propósito de facilitar así el negocio de
los bancos privados. A estos les da todo el dinero que le piden al 1% y con esa
liquidez compran la deuda de los estados al 6%, al 7%, al 10% o a mucho más
como ha ocurrido con Grecia en algún momento. Negocio redondo. Y, además, doble
negocio redondo porque al recortar gastos públicos en educación, sanidad,
pensiones, atención a la dependencia, etc. los servicios se deterioran y se
fomenta su provisión mediante negocios privados. Beneficios para los de arriba,
menos ingresos y peores condiciones de vida para los de abajo” (ATTAC, Andalucía).
También nos podemos preguntar por
qué no se persigue el fraude fiscal. Lejos de pretender la recaudación de ese
dinero, que según la asociación de subinspectores de hacienda asciende a más de
60.000 millones de euros cada año, muy superior al recorte efectuado, lo que el Gobierno ha
hecho ha sido establecer una amnistía fiscal a los que hasta ahora han venido
defraudando. Es decir, que le perdonan lo que tenía que haber pagado, cantidad
que hubiera evitado ese recorte en el gasto público y las consabidas
consecuencias de deterioro para nuestro bienestar. Esto sólo puede entenderse
si nos percatamos de los intereses que comparten ese pequeño sector de la
población que ostenta el poder financiero y el poder político.