Está ampliamente reconocido que el Guadalquivir es el gran eje vertebrador de Andalucía. Este río ha configurado históricamente la vida de los pueblos que de sus aguas viven, tanto en su cuenca como las sierras que lo alimentan, delimitando la ecorregión andaluza. Otras subcuencas que penetran en el Guadalquivir, repartidas por la geografía andaluza, han dado vida a comarcas y pueblos contribuyendo a la generación de vínculos de identidad distintos entre sí.
Andalucía, derrotada política y militarmente hace cinco siglos, perdió su tierra, su patrimonio natural y cultural. Sus hijos e hijas quedaron mayoritariamente convertidos en mano de obra, fuerza de trabajo empleada en la agricultura y, también después, exportada a la industria de otras zonas del Estado, europeas o latinoamericanas. Pero el paisaje andaluz, sierras y ríos, agricultura y acequias, y una cultura subalterna figuraban en el imaginario simbólico andaluz. Lentamente y tras el abandono de la agricultura por terratenientes que buscaron mayor rentabilidad en otros sectores económicos o que, simplemente, agotaron sus propiedades para mantener su nivel de vida, familias de pequeños agricultores emergieron reivindicando el derecho a vivir en los pueblos andaluces. Pocas familias porque la emigración despobló masivamente las tierras andaluzas. Entre quienes en ella se quedaron, un gran porcentaje se refugió posteriormente en el sector servicios de las zonas costeras.
A la par, los factores culturales, que acompañaban a las inversiones capitalistas foráneas, debilitaron los elementos propios de la identidad andaluza que sólo de manera subalterna pervivían en la memoria del pueblo andaluz. Blas Infante (“Ideal Andaluz”, 1.914) se había dado cuenta de que un pueblo desposeído de su patrimonio, que no pudiera disponer de sus recursos, tendía al olvido y la pérdida de identidad. Aquello que empezó con la derrota en los siglos XIV-XV, se aceleró durante el siglo XX con la expansión del capitalismo y la nueva división social del trabajo.
La propuesta de Blas Infante, en un momento en que la gran mayoría del pueblo andaluz eran trabajadores y trabajadoras del campo que carecían de propiedad, en que la propiedad de la tierra se concentraba en unas pocas manos de terratenientes que por herencia habían recibido de aquellos nobles que conquistaron al-Ándalus y donde los trabajadores/as eran explotados (cuando las tierras no estaban ociosas, improductivas o dedicadas a la caza por sus propietarios), siendo sometidos a unas duras condiciones de existencia y miseria económica y social; en esas condiciones, para recuperar esa identidad perdida y como condición previa, el pueblo desposeído tenía que apropiarse de la tierra, del patrimonio expoliado y enjenado. (¿Quién puede identificarse con las propiedades e intereses del señorito?). La identidad andaluza será una realidad en la medida en que se avance hacia la apropiación del patrimonio natural y cultural andaluz.
El desarrollo del capitalismo y la división social del trabajo han provocado la caída del valor de la agricultura tradicional y la tierra destinada a esos usos. Ello ha propiciado que en muchos pueblos andaluces hayan surgido agricultores que han accedido a la propiedad de pequeñas parcelas con rentas propias de economías de supervivencia. Esa es la realidad de pueblos como Castril y Cortes.
En este 28 de febrero, día de Andalucía, ¿cómo sentirse andaluz en Castril y Cortes? Defendiendo la identidad del pueblo, sus recursos, su patrimonio natural y cultural, su río. Defendiendo lo que permite que los pueblos no sigan la lógica implacable del desarrollismo capitalista. Lo que permite que la emigración hacia el levante, hacia la construcción (hoy imposible) o los servicios no sean el único futuro de las familias castrileñas y cortesanas. El río Castril ha configurado históricamente la peculiar forma de vida de ambos pueblos. El agua de su río ha sido y es fuente de riqueza; la trama ecológica y la agricultura que alimenta y sobre la que ha girado la vida de las familias, ha impulsado lentamente el acervo cultural y simbólico de ambos pueblos, el río es identidad y memoria en la historia pasada y presente.
La noticia del Supremo del día 21, ordenando la paralización inmediata del trasvase, ha sido un adelanto de la celebración del día de Andalucía en Castril y Cortes. Sea por ellos.