El prestigioso urólogo e hijo de Castril, Antonio Alcaraz Asensio, leyó el pregón de fiestas.

Publicamos a continuación el texto íntegro del pregón de fiestas del Dr. Alcaraz Asensio.

PREGÓN FIESTAS DE CASTRIL 2011

Queridos castrileños y visitantes de las fiestas:

Es un privilegio dirigirme a vosotros esta tarde. Gracias alcalde Miguel y gracias a todos y cada uno de los concejales que me habéis dado la responsabilidad de dirigirme hoy a la Villa. Habéis tenido la sensibilidad de elegir a uno de los nuestros para hacer algunas reflexiones en esta hora de fiesta. Es una prueba de afecto y confianza de un pueblo que ha dado hijos ilustres entre los que cuentan médicos, abogados, maestros, militares, arqueólogos y hasta ingenieros de la NASA.

Cuando salí con mis padres de mi calle del Vidrio natal a los 4 años hacia Barcelona, poco podían ellos imaginar que algún día iba a protagonizar el acto más íntimo de las fiestas, el pregón.

Castril tiene una larga historia, pero yo no me quiero remontar a su origen árabe y sus asentamientos romanos, ni siquiera a que obtuviera el título de Villa en honor a Don Hernando de Zafra. Me quiero referir a esa historia más reciente la que protagonizaron todos aquellos que tuvieron que irse de su pueblo a buscar una mejor vida. Muchos en Barcelona, en los años 60 y 70 y más tarde hacia Alicante en los 80. Para todos nosotros la feria es el vínculo que nos hace volver y no perder el arraigo. Ese vínculo a la tierra que trasciende la lógica. Mi homenaje a todos vosotros, por ser tan valientes.

Hoy el pregonero de estas fiestas es médico, un médico que ha tenido la fortuna de tener grandes maestros y que empieza a tener discípulos. Pero la verdadera fortuna es el hecho de ser médico, la profesión más hermosa, más generosa y de mayor entrega. En el contacto con el sufrimiento, el médico puede ayudar a transformar esa desesperación en esperanza, basándose en conocimientos y avances tecnológicos pero sobre todo en el amor y el respeto a los enfermos. Mi profesión hace verdad la frase de Aristóteles: “hacer el bien a los demás ha de ser la finalidad última de las acciones del hombre, la que al final le llevará a su plenitud y la felicidad”.

La vida es un equilibrio inestable entre el desasosiego y la felicidad, entre el trabajo y la fiesta, hoy estamos en fiestas. Estas fiestas del 2011 transcurren en un periodo de incertidumbre económica, donde muchos ven peligrar lo más preciado, que es su trabajo y el bienestar de los suyos. Desde aquí, quiero hacer un llamamiento al optimismo, pero no a un optimismo despreocupado e inconsciente, si no a aquél basado en los valores más tradicionales de la gente de Castril. Dejadme que brevemente os los recuerde y os ponga algunos ejemplos.

Los malos momentos se hacen más soportables con el apoyo de la familia, institución de fuerte arraigo en nuestra tierra. Somos gente del Sur, donde la familia se entiende en su más amplia extensión. Sin ir más lejos, todos somos conocidos por nuestro apodo familiar. Y esos apodos quedan asociados a unos valores, que acompañaran a las familias. No quiero olvidar a mi abuela la tía Emilia “la confita” quien encarnaba los valores de la bondad, mi abuela la tía Piedad “la chusca” en quien su fuerza de carácter era todo un valor. Pero a mi realmente se me conoce como Antonio “el de Matías” o el de “la Mati”. Al fin y al cabo, somos lo que son nuestros padres, a mitades.

Ya os he hablado de algunos valores que nos ayudarán en estos tiempos revueltos, bondad y carácter, pero sobretodo no nos olvidemos de la generosidad. Esa generosidad que hacía que te pudieras parar en los cortijos al lado del camino y que siempre se te ofreciera un sitio en la mesa. Ahora más que nunca necesitamos los unos de los otros.

El trabajo es un valor innato al castrileño. Sin el trabajo no se podría entender nuestro carácter, un carácter duro, marcado por nuestro asentamiento geográfico y nuestro clima de sierra. Dejaos aconsejar por algunos de los viejos sabios que frecuentan alguno de los corrillos de la plaza. Es un deleite poder disfrutar de su conversación. Gracias por esos ratos impagables a Gabriel Egea o a Antonio de la fragua, por nombrar algunos, entre tantos otros viejos sabios, aunque yo preferiría hablar del tío Gabriel y el tío Antonio, fórmula de respeto utilizada desde tiempo inmemorable.

Yo, que vivo con demasiada frecuencia el drama de los límites entre la vida y la muerte, os pido que os preocupéis sólo de lo esencial y no de los pequeños detalles que sólo nos pueden hacer infelices. Evitad riñas entre vecinos, siempre incómodas pero aún más en un pueblo pequeño como el nuestro. Evitemos esa España fratricida que tan bien retrató Goya en su cuadro “duelo a garrotazos”.

Pero estamos en tiempo de feria, como dije al principio, tiempo de alegría y diversión que deben compensar los muchos días de trabajo. Para acabar, dejadme parar en un par de detalles de nuestra Feria. Al fin y al cabo las fiestas de un pueblo hablan de las gentes del mismo.

Me puse a pensar por qué hacemos en Castril las fiestas en octubre. Todas las fiestas suelen tener una tradición pagana y una justificación religiosa. Pero por qué elegir octubre. Para mí la explicación está clara: queremos empezar las fiestas cuando empieza a declinar la actividad en el campo. Han acabado las cosechas, las huertas dejan de dar, y están labrados los campos. El trabajo amaina, es tiempo de divertirse. Antaño era el tiempo para el trueque de animales y compra de las caballerías de labranza. Pero al remate, tanto ayer como hoy, un momento para el reencuentro de los amigos.

La segunda peculiaridad de nuestras fiestas es que giran alrededor de los toros. Ya sabéis: “tan cierto como los toros de Castril”. Tienen más de 4 siglos de tradición.

Castril es tierra de toros y de toreros: Manolo Carra, Andrés Moreno, Luis Dengra y tantos otros medio toreros que los miramos con envidia. De nuevo se encarnan valores como el carácter, el valor y la generosidad con el amigo en problemas.

En unos minutos lo vamos a ver. Va a salir el primer toro. El toro te va a mirar y va a ir hacia ti, limpio y claro. Es un animal noble, desafiante orgulloso, como las gentes de Sierra, como las gentes de Castril, que lo van a desafiar y al final lo van a doblegar. Siempre sin humillarlo, respetándolo.

Castrileños:

Acoged a los forasteros como si fueran del pueblo. Divertíos y compartid la alegría. Olvidad los problemas, arreglad las rencillas. ¡Es tiempo de Feria!

Castrileños:
¡Viva Castril!
¡Viva la Feria!
¡Que empiecen los toros!