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19.6.10

José Saramago, un hombre sabio; pero humano, demasiado humano.

No trato de escribir un panegírico de este hijo adoptivo de Castril. Tampoco de la vinculación del escritor con el pueblo, ni siquiera de de lo que en el pueblo se pueda sentir por su pérdida, que sería lo apropiado para este blog. Hoy sólo voy a hablar de las razones del hombre, de ese hombre. De las razones que se proyectan en su vida personal, en la política, en la literatura.

“¿Por qué pensamos lo que pensamos?” Esa es la pregunta radical que José Saramago se hacía tratando de definirse y de definir lo que el ser humano es, y que, por tanto, también sería equivalente a la de quién soy o quién es el ser humano. Esta pregunta por la identidad humana, para Saramago, tenía que encontrar una respuesta en el pensamiento. Pero no en un pensamiento desarraigado de la vida y de la historia y carente de dimensión ética.

Lo que hacemos, si somos honestos y autónomos, es consecuencia de lo que pensamos. Por ello, Saramago se propone como tarea analizar y reflexionar sobre la vida humanan desde la que brota el pensamiento y la identidad. No se conformaba en obtener como respuesta el que seamos una construcción social e histórica enraizada en una vida particular y diferente, en la de de cada uno. Saramago, en ese sentido, trataba de ir más allá de la reflexión orteguiana. Se inquietaba aún más. Siempre decía que había algo en el ser humano que se nos escapaba. Algo que no podía reducirse a abstracciones tales como el interés o la “posición de clase”, a pesar de su confesada herencia marxista, ni en el deseo como fundamento explicativo que la literatura psicoanalítica presenta como subyacente en toda cultura y, por tanto, en el animal cultural que somos. Ni tampoco en el poder, en la voluntad de poder que, al menos desde Nietzsche, conocemos como una fuerza oculta en la naturaleza humana y que está tan presente en los personajes de la obra de Saramago.

José Saramago entendía que, en efecto, los seres humanos estaban atravesados por esas tendencias que lo sumían en un permanente conflicto. Lo sabía porque bastaba examinar a cualquiera de ellos para desvelar esas fuerzas ocultas. Ese análisis minucioso de la identidad está recogido, sobre todo, en la obra escrita desde mediados de los 90; precisamente cuando empieza a irrumpir el realismo pesimista que ya no le abandonará. Pero, volvía a preguntarse, ¿cómo se podía entender que una persona analfabeta, como su abuelo, fuera una persona sabia? Su abuelo era sabio y bueno. Así, a contracorriente, en su mundo, los protagonistas de sus novelas son sabios y buenos, o buenos y sabios. Sabiduría y bondad aparecen unidas como en la mejor tradición socrática. Una sabiduría que como también Sócrates creía se encontraba en el interior de las personas.

Alguna vez me asaltaron dudas. José, ¿estamos hablando de cierto determinismo genético? No, es más bien algo desconocido –sonreía comprensivamente. Volvía a preguntar: José, como consecuencia de ese intradiálogo platónico entre el yo y el alma, como nos recordaba Aranguren, ¿no se obtienen conclusiones diferentes para cada uno? ¿No radica ahí la diferente posición de cada uno a pesar de compartir un mismo mundo? Sí, diferentes, pero, ¿por qué cada ser humano alcanza esas y no otras conclusiones? ¿Qué es lo que hace que pensemos lo que pensamos? ¿Quiénes somos?

La razón no es suficiente para explicarnos lo que somos. Las pulsiones que atraviesan la naturaleza humana son necesarias, pero no bastan. ¿Son las estrategias adaptativas las que explican la sabiduría y la bondad, entre otras cosas? No necesariamente. En el mundo de Saramago la sabiduría y la bondad no van siempre asociadas al éxito, ni siquiera entendidas como adaptación, que es donde realmente adquieren significación. Esta influencia socrático-platónica en su pensamiento, en la relación entre sabiduría y bondad, que para Platón significará que sólo quien conoce el bien puede practicarlo, que sólo los sabios pueden practicar el bien, tiene una clara consecuencia: es la necesidad del gobierno de los sabios. Saramago defendía esa función del sabio. ¡Ojo! No hablamos de gobernanza política. El sabio, como también Marx proponía, tiene que mostrar la auténtica realidad, la que se oculta tras las ideologías o aquella que no es más que sombras al fondo de la caverna, según el famoso mito de Platón.

Pero, ¿por qué hay sabios, sabios y buenos? ¿Hay alguna explicación que permita entender por qué esos protagonistas de las novelas de Saramago? Aparecen circunstancias inauditas, personajes diferentes y, también, personas sabias y buenas que resuelven humanamente las conflictivas situaciones en las que el autor las coloca. El mundo aparece como el medio en el que se vive y el que se construye para vivir. El mundo se hace a nuestra medida, a medida de los humanos, como también la religión. Pero no todos los seres humanos desean ese mundo tal como es. No las personas sabias y buenas. Tampoco Saramago.

Saramago sigue creyendo en la necesidad de transformarlo. Es una tarea humana. Pero la incógnita de ese algo desconocido acerca de lo que somos bascula de forma paralizante cualquier proyecto, proyecto que tiene a la humanidad por horizonte y destino. José Saramago, hasta su muerte, humano, demasiado humano.

De lo dicho, resumiré a modo de conclusión sobre el pensamiento de Saramago:

1º La razón por sí sola no es suficiente para explicar la identidad humana.
2º Las fuerzas que los maestros de la sospecha (Marx, Nietzsche, Freud) entendieron en el ser humano son necesarias para explicar el devenir de la vida humana. Pero aún hay algo más que se nos escapa.
3º La sabiduría y la bondad aparecen insospechadamente. Su función es desvelar la verdad, salvar humanamente las circunstancias en las que la vida humana se proyecta.
4º El mundo (y la religión) es una construcción humana. En tanto que tal, el mundo puede ser transformado.
5º Algo aún no resuelto en lo que el ser humano es bloquea cualquier proyecto que tenga por destino la humanidad. Pero el sabio no puede eludir esa tarea.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Hola Paco!mi más sentido pesame, tú tubiste la suerte de conocer a Jose Saramago de cerca y comversar con el, todo un privilegio,
Que descanse en paz.
los hombres grandes perduran en el tiempo por sus legados.
Un abrazo de corazón

Casimira

Angelita dijo...

Enhorabuena por su escrito sobre Saramago, le invito a que lea el mío en la página Pueblos de España, es mucho más sencillo pero me gustaría conocer su opinion.Un saludo