En una reunión informal, para la
que fueron convocados todos los concejales, el presidente de la Diputación ha
anunciado que la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) ha decidido
otorgar la concesión para la puesta en marcha de los nuevos regadíos. Si se
produce la publicación oficial en los próximos días, podría ser el principio de
una realidad largamente demandada por los agricultores afectados.
Recordemos que han sido muchos
los años de mentiras y utilización partidista del tema, tanto por el anterior
alcalde del PSOE como por las administraciones implicadas. Y lo que es peor,
su ruindad les llevó a utilizar la aprobación del proyecto de nuevos regadíos
como moneda de cambio del trasvase del río Castril, tratando de desactivar las
movilizaciones.
Esa “realidad” (los nuevos
regadíos) que decían haber conseguido, como es obvio, nunca llegó. Y mostrando
su talante “democrático”, el anterior alcalde del PSOE culpó (y todavía culpa)
a ecologistas y otras asociaciones de que el proyecto y la concesión estuvieran
paralizados. En realidad, el ahora ex alcalde siempre supo de la escasa
voluntad de las administraciones para aprobarlo. Pero le vino bien utilizar el
tema con fines electoralistas: en todas las elecciones era algo que gracias a
su iniciativa se estaba a punto de conseguir o se había conseguido ya.
Lo más indignante, con todo, es
el desprecio al Estado de derecho, a le ley, mostrado por José Juan López,
siendo alcalde. Desprecio del que todavía hoy hace gala. Cuando se culpa a las
asociaciones de paralizar el proyecto por las alegaciones que habían
presentado, se está enviando el mensaje de que las alegaciones sólo esconden la
voluntad perversa de entorpecer el proyecto para el que otros trabajaban: los miembros
de la comunidad de Nuevos Regadíos, y alguno de ellos con un esfuerzo
encomiable.
Pero las alegaciones, las que se
hicieron a este proyecto, como las que se presentan a cualquier proyecto que se
somete a exposición pública, no obligan a nadie, a ninguna administración,
salvo que adviertan de daños a terceras personas, al medioambiente e incurran
en alguna ilegalidad. La Administración puede ignorarlas, como hizo con las que
esos mismos ecologistas presentaron contra el trasvase, o admitiendo las
repercusiones negativas para el medio que en las alegaciones se indicaban,
introducir correcciones para minimizar el impacto, como hizo con las que
introdujeron en el proyecto de central hidroeléctrica. Ese es el objetivo de las
alegaciones: que los proyectos no dañen o perjudiquen en aspectos que la
legalidad protege. La valoración final acerca de si existe ese daño o perjuicio
y si, en efecto, se encuentra amparado por la ley, corresponde a la
Administración. Por eso, es un paso obligatorio en todo proyecto que se somete
a exposición pública. La normativa de protección ambiental, los períodos de
consulta y exposición de proyectos, etc., se han ido introduciendo en el Estado español muy
lentamente y con gran retraso respecto a países de nuestro entorno. A veces,
incluso, con dejación por las administraciones de su función permitiendo la consumación
de desmanes, por los que ha tenido que intervenir la Justicia para corregir y
recuperar la legalidad, como hemos visto con los casos Algarrobico y Nevada.
Un desprecio a la legalidad
también fue la mostrada por el Gobierno con el decreto 1419/2005 que amparaba
las obras del trasvase. Aquello produjo que se iniciaran las expropiaciones y
las obras que, finalmente, el Supremo paralizó. Este desprecio a la ley, y al
derecho ciudadano a presentar alegaciones a fin de preservarla, es lo que
caracteriza a cualquier gobernante que se sitúa al margen del Estado de
derecho, la característica de los dictadores de todos los tiempos.
En estos dos últimos años, en
Castril, nos hemos encontrado con otro equipo de gobierno y otros alcaldes, que
podrán no estar o no haber estado acertados en algunas cosas (ya comentaremos esos aspectos), pero no han engañado
ni manipulado con el tema de los nuevos regadíos. Ahora podrán ponerse en
marcha o no de forma inmediata, pero no podrá achacárseles el hacer un uso partidario
y electoralista, ni haber utilizado el tema como moneda de cambio del trasvase
del río. Ni, por supuesto, culpar a nadie que haga un uso legítimo de sus derechos.
2 comentarios:
Batalla perdida. Los regantes saben que izquierda unida no ha ayudado nada en la tramitación de los regadíos, sino todo lo contrario.
Antes los nuevos regadíos eran moneda de cambio y hoy no?
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